domingo, 5 de diciembre de 2010

NUESTRO PEQUEÑO HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández leyendo la Elegía en Orihu
No queríamos que terminara el curso sin hacerle un pequeño homenaje a Miguel Hernández en este centenario de su nacimiento, y aunque en el segundo trimestre seguiremos estudiando su vida y obra de cara a la Semana Cultural, en la que pretendemos hacer un gran homenaje en el que participen alumnos de otros grupos del Centro, estos días hemos analizado en clase verso a verso, estrofa a estrofa la elegía a Ramón Sijé. Luisa que es una esperta en comentarios, ha hecho el siguiente, que recoge el sentir de todos y que queremos publicar en este blog.


ELEGIA A RAMÓN SIJÉ 
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)
 
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas
compañero del alma tan temprano

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.T
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.


Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


COMENTARIO DE LUISA:
Se dice, que la Elegía de Miguel Hernández a su amigo del alma, muerto prematuramente, Ramón Sijé, es la mas bella que se ha escrito.

Ante la muerte inesperada de Ramón, su amigo Miguel escribió este poema, con mucha pena y además, según  interpretas al leerlo, con gran desesperanza interior por no haber podido aclarar los roces que surgieron entre ellos. Miguel Hernández se fue de Orihuela a Madrid y cambió sus creencias, antes tan católicas, por otras más liberales, lo que provocó el enfado de su amigo y compañero de toda la vida, que tampoco supo en aquel momento adjurar de las suyas y llegar ambos a un encuentro. Con la muerte de Ramón, ya no es posible esa reconciliación.

La elegía, triste, se compone de:

  • Una dedicatoria.
  • Quince tercetos endecasílabos, de los cuales dos encadenan el último verso de una  estrofa con el primero de la siguiente.
  •  Un serventesio final.        

A mi entender, el poema se divide en varias partes diferenciadas:

La dedicatoria y pequeño homenaje al amigo, del que dice:  “con quien tanto quería”, haciendo un juego de palabras con dos significados – a quien tanto quería – y – con quien tanto compartía -
Once tercetos, en los que ayudado de muchas metáforas, describe un dolor tan intenso por la muerte de su amigo que llega a regocijarse con datos macabros “daré tu corazón por alimento”, como si de esta forma la intensidad de sus sentimientos fuera más intensa o al flagelarse con ellos pudiera en parte expiar el no haber podido reconciliarse. Reniega de todo, no se explica por qué ha muerto tan joven, por qué ese mazazo tan temprano, por qué se ha enamorado la muerte de él… No tiene consuelo.

Hace muchas referencias a su huerta mediterránea que será estercolada con su cuerpo, y de la que él ( el poeta) será el hortelano, no perdona a la muerte, no perdona a la vida, “no perdono ni a la tierra y a la nada” quisiera desamortajarle, habla a los despojos que se están pudriendo para dar cabida a otro vida, al amanecer de nuevas amapolas, a los arboles que florecerán y tendrán parte de esa sangre de su amigo y con gran intensidad siente que es más importante para él, la pérdida de Ramón, que su propia vida.
En el  paroxismo de su gran angustia, desearía retirar la tierra de la tumba con sus dientes y llegando a su calavera poder besarla, pero no emplea la teatralidad de Hamlet, es natural su dolor.

En los tres siguientes tercetos,  al igual que después de una gran tempestad llega la calma, el poeta se serena, quizás con un hilo de su antiguo catolicismo, sienta algo de esperanza, percibe que Ramón, ya en otra fase distinta vive a su alrededor,  en las flores, en las abejas, en su huerto y en su higuera y trasmite a su ojos alegría para que pueda observar socarronamente como su novia y sus abejas (su hobby) se disputan su amor,  ahora que ya no puede como enamorado estar en la reja de su amada.
En el serventesio final, el poeta reclama a su amigo, sin ninguna dilación, su presencia inmediata ante él,  convertido en rosas, en flores blancas de un almendro traslúcido porque tienen mucho que hablar, mucho que aclarar que ya no puede esperar, tiene que dar de alguna forma paz a su alma y le recuerda, como animándole a que acuda su llamada que sigue siendo su   “COMPAÑERO DEL ALMA, COMPAÑERO”



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